HISTORIA

Siglos de historia trabajando la tierra

Gran parte de nuestra tierra es un mar de olivos, y los 66 millones de estos árboles milenarios plantados en la provincia de Jaén son testigo de ello.

El cultivo del olivo ha condicionado el paisaje, la cultura y la forma de vida de Jaén en su conjunto: se ha convertido en uno de los  elementos caracterizadores y de identidad colectiva.

Podemos situar el origen del olivar en la Antigüedad Clásica, ya que para los romanos era un bien primordial para sustentar su imperio. Un claro ejemplo lo encontramos en la capital jiennense, dentro de la Zona Arqueológica de Marroquíes Bajos. Situada a 2km del núcleo urbano sobre una pequeña elevación de unas 2,5 hectáreas, la Villa Romana del Cortijo de los Robles es un área vinculada a la producción del aceite entre los s. I d.C. y s. II d.C.

Varios estudios arqueológicos han posibilitado formular diferentes hipótesis sobre la implantación del cultivo del olivar en el contexto del Alto Guadalquivir, poniendo de relieve la importancia de esta área geográfica en los circuitos de producción y comercialización del aceite. Esta villa romana se dispuso en un asentamiento rural ibérico fundado en torno al s. III a. C., sufriendo una gran transformación en la segunda mitad del s. II d. C, momento en el que se edifica una gran almazara de seis prensas, y manteniéndose la zona productiva hasta la segunda mitad del s. III d. C.

Durante la etapa de dominación árabe, se experimentan también etapas de auge, debido en parte al extendido  consumo del producto entre la población. Cabe destacar que a esta cultura le debemos un amplio vocabulario: aceite, almazara, alpechín…       

En el s. XV, antes de la conquista de los Reyes Católicos de Granada, la demanda nazarí del aceite se abastecía de una ruta de cultivos olivareros en diferentes comarcas de Jaén. En 1473 la ciudad de Jaén contaba con un mercado franco que transportaba el producto hacia las sierras de Cazorla-Segura, hacia La Mancha, el Levante  o el Reino de Granada.

La plantación del olivar experimenta un aumento durante el s. XVI  en algunas zonas de la Andalucía oriental , destacando el significativo el caso de Jaén, siendo su cultivo simbólico muy vinculado a toda una cultura del aceite de oliva , reflejándose desde esta época en diversas manifestaciones poéticas, literarias y otros símbolos artísticos que han llegado hasta nuestros días*.

Siglos de historia trabajando la tierra

Gran parte de nuestra tierra es un mar de olivos, y los 66 millones de estos árboles milenarios plantados en la provincia de Jaén son testigo de ello.

El cultivo del olivo ha condicionado el paisaje, la cultura y la forma de vida de Jaén en su conjunto: se ha convertido en uno de los  elementos caracterizadores y de identidad colectiva.

Podemos situar el origen del olivar en la Antigüedad Clásica, ya que para los romanos era un bien primordial para sustentar su imperio. Un claro ejemplo lo encontramos en la capital jiennense, dentro de la Zona Arqueológica de Marroquíes Bajos. Situada a 2km del núcleo urbano sobre una pequeña elevación de unas 2,5 hectáreas, la Villa Romana del Cortijo de los Robles es un área vinculada a la producción del aceite entre los s. I d.C. y s. II d.C.

Varios estudios arqueológicos han posibilitado formular diferentes hipótesis sobre la implantación del cultivo del olivar en el contexto del Alto Guadalquivir, poniendo de relieve la importancia de esta área geográfica en los circuitos de producción y comercialización del aceite. Esta villa romana se dispuso en un asentamiento rural ibérico fundado en torno al s. III a. C., sufriendo una gran transformación en la segunda mitad del s. II d. C, momento en el que se edifica una gran almazara de seis prensas, y manteniéndose la zona productiva hasta la segunda mitad del s. III d. C.

Durante la etapa de dominación árabe, se experimentan también etapas de auge, debido en parte al extendido  consumo del producto entre la población. Cabe destacar que a esta cultura le debemos un amplio vocabulario: aceite, almazara, alpechín…       

En el s. XV, antes de la conquista de los Reyes Católicos de Granada, la demanda nazarí del aceite se abastecía de una ruta de cultivos olivareros en diferentes comarcas de Jaén. En 1473 la ciudad de Jaén contaba con un mercado franco que transportaba el producto hacia las sierras de Cazorla-Segura, hacia La Mancha, el Levante  o el Reino de Granada.

La plantación del olivar experimenta un aumento durante el s. XVI  en algunas zonas de la Andalucía oriental , destacando el significativo el caso de Jaén, siendo su cultivo simbólico muy vinculado a toda una cultura del aceite de oliva , reflejándose desde esta época en diversas manifestaciones poéticas, literarias y otros símbolos artísticos que han llegado hasta nuestros días*.

Tres morillas m’enamoran en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.
Tres morillas tan garridas
Y van a coger olivas
y hallávanlas
cogidas en Jaén,
Axa y Fátima y Marién (…).

*Romance de las Tres Morillas, su primera documentación escrita se localiza en el Oriente árabe en el siglo IX, cuando también llegaría a al-Andalus, desde donde pasó a un registro escrito en castellano, con sus muy significativas adaptaciones, a principios del siglo XVI.

Pese a la crisis económica del XVII, la producción del aceite de oliva se sigue incrementando, debido a una constante demanda en el interior, surgiendo además algunos núcleos urbanos que se autoabastecen del producto. En Jaén, los mudéjares cultivaban algunos pequeños olivares en la capital, y algunos otros pueblos cercanos como Martos o Torredonjimeno. Un ejemplo de estos mercados locales de aceite lo encontramos en 1699, cuando el ayuntamiento de Jaén consideraba que 230 quintales métricos de aceite podrían abastecer las necesidades de la ciudad, de los que un 87% se destinaba a la fabricación de jabón y un 13%  para alimentación.

En la comunidad autónoma de Andalucía, en el s. VIII unas 200.000 hectáreas eran las ocupadas por el paisaje del olivar, y aunque aún las labores para trabajarlas dependían en gran parte del trabajo manual y animal, Jaén aumenta de manera considerable la superficie de sus tierras para este fin. En este período, el sector coincide con la función económica propia de las sociedades aún preindustriales, de modo que el aceito no sólo se destinaba para el consumo humano, sino para otras muchas funciones: jabones con aceites desechables, leña para combustible o construcción, o incluso hojas para elaborar la cabaña olivarera. Se trataba de un agrosistema que atendía diferentes necesidades de una sociedad que dependía casi complemente de la tierra.

El mapa del olivar español se perfila en gran parte en base a la construcción de la red de ferrocarriles en el s. XIX, inducido además por la extensión del cultivo en las zonas de interior. En España existen más de 1.700km de infraestructuras ferroviarias en desuso que han sido reconvertidas en itinerarios cicloturistas y senderistas. En Jaén encontramos la Vía Verde del Aceite, que discurre por un gran paisaje de olivos junto con 9 viaductos metálicos del XIX, a lo alrgo de 55 km de recorrido entre Jaén y la estación de Alcaudete. De esta forma, en nuestra capital disponemos de este gran recurso para poder disfrutar de ese fantástico mar de olivos del que hablábamos al inicio de este texto, recorriendo sus diferentes etapas desde su inicio en el sendero que parte desde la propia ciudad, apreciando las diferentes estructuras ferroviarias más emblemáticas.

En la actualidad, nuevamente las tierras dedicadas al olivo siguen en fase expansiva, con plantaciones intensivas en regadío, y a las que se van añadiendo nuevas técnicas en olivicultura.

Toda una trayectoria a través de los siglos, en la que se ha ido dibujando ese retrato de lo que es una de nuestras grandes señas de identidad.